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Caído en desgracia - por Sofía

¿Debía hacer caso a todos los que lo tildaban de demente y desistir en su búsqueda?

A pesar de que la sensación de la victoria tan cercana al tacto lo embriagaba, no podía evitar preguntárselo mientras avanzaba por el oscuro pasillo; aunque sabía que no tenía caso, ya que volver atrás no era opción, al menos no sin conseguir lo que buscaba.

El cuarto estaba vacío, o al menos eso le pareció hasta que escuchó la voz.

― Todos solían gritar mi nombre, ahora lo susurran ― murmuró.

Temió que las largas horas en vela le estuviesen pasando factura al encontrarse visiblemente solo; hasta que su acompañante decidió dejarse ver: A su derecha se materializó la maltrecha figura de un anciano que rozaba la línea de lo patético; ni siquiera un fantasma de lo que fue en el pasado.

¿Para eso había perdido su credibilidad, demostrando la realidad escondida detrás de las metáforas? ¿Para eso destruyó su vida? Quiso irse en ese mismo momento, pensando en la nueva vida que tendría que levantar lejos de todo aquel que pudiera reconocerlo, posiblemente criando animales de granja en una remota montaña.

Pero se convenció de al menos inventarlo, pues no poseía especial afección por los animales.

― Si acaso lo recuerdan ― se mofó el joven― No es que seas muy popular en estos días, si entiendes lo que quiero decir.

― Eres muy valiente, o muy estúpido ― dijo, levantando el rostro por primera vez―.

― Puedo ser ambos o ninguno ― continuó él ― Todavía no lo decido ¿Tú qué crees?

― Sabes quién soy ― aseguró el anciano, pasando de su última pregunta ― O no habrías llegado hasta aquí, y aún así intentas tentarme ¿Por qué?

Se veía más curioso que furioso en su opinión, pero estaba llegando a algún lado; la posición del viejo se había modificado ligeramente; enderezándose y poniendo sus palmas a descansar sobre el suelo. Tenía su atención, así que continuó su pantomima.

― El mundo se ha vuelto muy aburrido en el tiempo que llevas fuera ― le informó, fingiendo pereza ― No sabes lo tediosa que puede ser la vida de un experto en panteones antiguos en un mundo de ateos.

Se retrajo levemente ante la última palabra, como si le hubiese causado dolor físico el que existieran personas sin fe en los tiempos que corrían.

― Vete ― le ordenó con fuerza.

Solo un poco más.

Decidió arriesgarse, avanzando y sentándose frente al hombre.

― Te ves solitario ― se compadeció falsamente ― ¿Te importaría si me quedo a hacerte un poco de compañía?

― Eres estúpido ― decidió.

― ¿Qué haces aquí para divertirte? ― continuó, usando el tono más sarcástico que fue capaz de idear ― Me causa curiosidad.

― No pareces valorar tu triste vida ― bramó con fuerza el anciano ― Pero si aprecias aunque sea un poco la de todo aquel que conoces, te irás; o arrasaré con todo lo que posees y amas antes de que si quiera puedas parpadear.

― No quiero que te ofendas ― empujó el teólogo, ladeando la cabeza ― Pero no creo que un triste anciano como tú pueda levantarse y salir de esta habitación, mucho menos hacer todo lo que amenazas.

Y ahí estaba.

Sus iris se tornaron dorados y se acomodó, preparándose para saltar sobre él en cualquier segundo; todavía menos de lo que solía ser, pero aún así más que la decrépita figura de su llegada.

― Debes ser menos inteligente de lo que pensé si osas de hablarme así ―amenazó, mostrando por primera vez un tono autoritario.

― Contesta mi pregunta y me iré ― propuso.
Era todo o nada.

― Solo responderé una pregunta ― sentenció, volviendo a su posición anterior, aunque manteniendo su cuerpo en tensión ― Escoge bien.

― ¿Por qué desapareciste? ― preguntó anhelante el joven.

Un culto tan antiguo como el mundo mismo, estando en el epítome de su fe; de repente viendo su auge al ser condenados al silencio por su dios. Y milenios más tarde, nada más que interrogantes sin respuesta que no hacían más que multiplicarse, empujándolo hasta aquel punto.

El viejo hombre extendió su mano, esperando a que el joven teólogo la tomara.

― Averígualo por ti mismo ―ofreció.

Y al tomarla, el peso de millones de años cayó sobre su
cuerpo, aplastándolo.

Sí, debió haber dado la vuelta cuando tuvo la oportunidad; la verdad no valía la pena, si no podía vivir para contarla.

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5 comentarios

  1. 1. Edmundo Dantés dice:

    Tu relato me ha parecido interesante. Al principio me parecía un poco confuso pero el final me ha sorprendido. Lo peor y lo mejor de tu cuento son los diálogos. Lo mejor, porque los diálogos son ágiles y lo peor, porque creo que tienen demasiado peso en el texto.

    Escrito el 18 julio 2018 a las 08:42
  2. 2. claudia fiori dice:

    Me gustó tu relato. Al comienzo me resultó confuso, pero pude reconstruir el encuentro entre dos personajes míticos y de generaciones diferentes sin problema. Un tono religioso y ficcionario a la vez.
    Para reflexionar sobre la escritura, se me ocurre que algunas oraciones son algo extensas.

    Escrito el 20 julio 2018 a las 19:35
  3. 3. miguel_madriles dice:

    Buenas. Enhorabuena por tu relato. Al igual que los otros compañeros, tu relato tiene dos partes muy claras. Una primera, de ritmo más lento, que ocupa casi todo el texto. Y una segunda, vertiginosa, que coincide con el final. A mi me duele pasar también, yo creo que dejando dormido el texto unos días y volviendo a leerlo, se pueden pulir estos pequeños defectos. El final me ha encantado, sin concesiones. Un saludo.

    Escrito el 24 julio 2018 a las 18:31
  4. 4. Nats dice:

    Hola Sofía! el relato es algo denso, pero intenso, es de leer detenidamente para poder llegar a la raíz de la historia. Sin embargo, debo decir que muy bien escrito y el contenido interesante. Nos seguimos leyendo… te invito a que te pases por el 37 si te animas. Un saludo!

    Escrito el 24 julio 2018 a las 21:24
  5. 5. Sofía dice:

    Hola a todos! muchísimas gracias por sus comentarios; tomaré sus consejos en cuenta y corregiré de inmediato los errores.
    Una vez más, gracias por tomarse el tiempo de leer y comentar en mi relato.

    Escrito el 4 agosto 2018 a las 17:31

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