un día gris - por Emi

Amaneció un día gris, triste, lúgubre. Había estado lloviendo toda la noche, y cada escena en el asfalto se reflejaba como si se tratase de un espejo. No me apetecía levantarme de la cama, estaba plácidamente haciendo un recorrido mental sobre las tareas preparadas para ese día. Volvió a sonar el despertador por segunda vez y me dispuse a efectuar la rutina diaria, ducha, desayuno, maquillaje, vestuario.
Mientras realizaba esa ceremonia matinal, pensaba en las sorpresas que me podrían acontecer en las próximas horas.
Una vez en la calle, me dirigí a la parada del autobús que me llevaría al trabajo. Miré a mi alrededor y vi algunos camiones que descargaban sus mercancías en un centro comercial situado en frente, los transportistas llevaban carretillas con paquetes, otros volvían de vacío. Repartidores de prensa. Una panadería situada a mi izquierda, me embriagaba con el olor que destilaba de su reciente cocción de bollos. La gente se movía como autómatas, seguramente medio adormilados unos y otros ya cansados de trabajar. Al final de la calle veía un solar donde se construye un edificio de apartamentos, una grúa inmóvil, esperaba su puesta en marcha, pero aún le quedaba una hora como mínimo.
Los carteles luminosos de cafeterías, tiendas, restaurantes, permanecían apagados, dormían hasta la media tarde en que serían de nuevo encendidos, brillantes, aunque a pesar de la oscuridad, dejaban asomar las letras que identificaban los establecimientos.
No me podía dejar arrastrar por ese día opaco, y tuve suerte, llegaba el autobús que me transportaría al otro extremo de la ciudad.