Culpa - por Vinatea

Me giré al escuchar sus pasos. Tip, TOOP. La cadencia asimétrica del andar no dejaba lugar a la duda. Y estaba, además, ese olor. Flores marchitas. Fruta demasiado madura. Ya llegaba. El aire endulzado se había vuelto jalea en mis pulmones. Tip, TOOP. Estaba cerca. Toda la determinación que me había acompañado mientras diseñaba el plan se esfumaba. Cada poro de mi piel sudaba culpabilidad. Ese era el efecto que el maldito viejo operaba en mí. Culpa, arrepentimiento y más culpa. Incluso antes del plan. Desde el instante en que ese tufillo a naturaleza ajada se instaló en mi vida, todo mi ser era culpa. Por eso ideé el plan. Le traspasaría la culpa, la más grande, la definitiva. Lo imaginaba leyendo mí la carta. Mi carta decía que estaría esperándole en el vestíbulo de la antigua casa. Decía que llevaría mi vestido nuevo y que había colgado de la viga una de las cuerdas que guardaba en el desván. El sabía que estaría subida en su taburete de piel y que el otro extremo de la cuerda rodearía mi cuello. Sabía que abriría la puerta y yo le miraría a la cara, le diría adiós y saltaría por él, para liberarme de él…. Tip, TOOP. Fruta madura, flores marchitas, cadencia asimétrica del andar. Había llegado. Me miraba con esa cara suya de “por qué me haces esto”. No llegué a saltar. Algo brillante en su mano. “Soy yo quien dice adiós, mi dulce niña”. Un movimiento tembloroso. Una cinta púrpura sobre su garganta. El ruido blando del cuerpo cayendo y la culpa infinita royéndome las entrañas. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.