Yo soy como esas nubes - por Rubén K

Me giré al escuchar sus pasos, pero no se acercó a mí, aún no era el momento. En ese instante me perdí en el cielo que se extendía sobre mí, observé las nubes, y sentí lástima, pues se parecían a mí. No, no soy vapor de agua, ni soy etérea. Somos cosas totalmente opuestas. Estaba sentada, en una toalla sobre un césped recién cortado, fresco. Mis pies jugaban con los recortes que se quedaban pegados en mi piel a causa del aspersor que me refrescaba a intervalos a la altura de la rodilla, aquello me hacía sentir viva, con los pies en la tierra, no como una nube en el cielo. Aún así, somos tan parecidas, tan dolorosamente parecidas. Jugaba a disfrutar del sol, de la piscina, del sabor del cloro en mis labios, pero era un juego que no se me daba bien, porque nada de lo anterior podía apartar de mi mente ese hecho tan crudamente real, y las nubes seguían sobre mí, recordándomelo. Yo, soy como esas nubes que siguen su camino por el cielo, y que al anochecer, nadie volverá a ver.
Fue entonces cuando sus pasos se reactivaron, pero ya no era un aviso. Su cara era la explicación de porqué una madre jamás debería pasar por algo así. Se me encogía el corazón, ella seguiría estando, y mi propia desdicha me hizo sentir culpable de sus lágrimas. Cerré los ojos, incapaz de seguir mirando.